Silencio, por María Bernal

Silencio

Se respira silencio en las páginas de Opinión de Crónicas de Siyâsa. Se oye el silencio desde el pasillo del IES Los Albares, y hay silencio entre las personas que lo conocíamos. Un silencio digno y merecido para la figura de quien fue uno de los primeros columnistas de este periódico en la edición impresa.

Así es la vida, traicionera y efímera, a veces, cargada de edulcorantes que nos hacen ser felices, pero a sabiendas de que todos tenemos fecha de caducidad, sin llevarla marcada. El calor de junio se ha llevado su talento y su bondad.

Se respira silencio tras el editorial que abre paso a los columnistas de este periódico que, por y para el pueblo, se ha convertido en el medio de referencia local al que tantas veces alabó el gran Tino. Silencio, porque una de sus hojas se quedó huérfana hace unas semanas, de manera repentina, sin darnos apenas cuenta; como escribiría Miguel Hernández, después de que “un manotazo duro, un empujón brutal” derribara al que para mí fue una referencia como profesor, como comunicador y como persona.

Profesor. Los entresijos de las dinastías de todo el mundo solo los conocía el gran Tino. Relacionar antecedentes y consecuencias históricas era para él coser y cantar y te lo transmitía de tal manera que acababas aprendiendo, más que memorizando. Lo visualizo ahora mismo, siempre de pie y recto, delante de la pizarra, esperando a que nos calláramos para empezar, sin alterarse, y con ese acento salmantino que tan particular lo hacía, de ahí que todos dijéramos siempre que Tino hablaba muy fino y pronunciaba muchos las eses que desaparecen en nuestro acento murciano y que a él tanta gracia le hacían al principio. Amante de su trabajo, de ayudar más que de suspender y de enseñar poniendo siempre los puntos sobre las íes, mediando ante cualquier conflicto y quitándole hierro al asunto cuando se armaba alguna revolución hormonal entre los adolescentes que éramos. Así era él cuando me dio clase allá por el año 2.000, cuando cursaba 2º de Bachillerato. Tino, entonces, ¿qué subrayamos? Y su respuesta siempre era la misma: “Todo es importante y mis apuntes ya están resumidos. Hablad menos y prestad más atención”. Era imposible enfadarse con él aunque nos llamara la atención cuando se planeaba ese intento de boicot que tienen muchos adolescentes el día que llegan a clase sin ganas de nada. Pero eso Tino lo percibía y sacaba su mejor arma para iniciar la captatio benevolentiae: los desvaríos de todos los reyes habidos y por haber era el ingrediente perfecto de las clases que al final acababan gustándonos.

Comunicador. Siempre destacó en sus artículos su compromiso para denunciar cualquier acto injusto, de ahí que siempre leyera su publicación antes que ninguna, mejorando lo presente entre el resto de compañeros de Crónicas de Siyâsa, para mí Tino era el mejor. No lo escribo ahora, a él se lo dije en alguna ocasión en vida y él, modestia aparte, me decía que no era para tanto. Tocaba todos los palos, porque conocimiento lógico y sentido común nunca le faltaron. Realista, sincero, defensor de toda injusticia, y opuesto a cualquier ideología que privara al ser humano de todos sus derechos, Tino se aventuraba sin pelos en la lengua y con el conocimiento de un erudito a denunciar, sin tapujos y sin esconderse de nada ni de nadie. Con argumentos de autoridad como los suyos era imposible tener miedo, como sí lo tienen muchas personas que no se atrevan a expresarse libremente. Por eso yo era fan de sus artículos y presumía cuando alguna semana coincidíamos en la misma página del periódico, porque para mí era un privilegio compartir espacio con alguien como Tino. Muchos años antes, compartiríamos micrófonos en la radio, en la ya desaparecida Cadena Ser Cieza, donde entre temas de actualidad y juveniles debatíamos desde el más sumo respeto para una audiencia dispar a la que siempre él acababa convenciendo con ese don de palabra y con su voz tan al estilo de Luis Del Olmo.

Persona. Si hay una frase que Tino me repetía cada vez que me veía era la siguiente: “Sé paciente que todo puede cambiar y llegar”.  Amable y respetuoso, prudente y transmisor de palabras de alivio cuando éramos alumnos y cuando luego fuimos compañeros de oficio. Así era él.

Te has ido sin que coincidamos en el mismo instituto, como tantas veces me decías cuando me veías por la calle. Te has ido sin escribir tu último artículo y te has ido mostrando una vez más que esta vida, el destino, la divinidad o sea quien sea, solo se lleva a las buenas personas.

Lo vamos a echar mucho de menos.

No solo le deseo que descanse en paz, sino que esté en un lugar mucho más justo que el que él denunciaba en sus artículos. Vuela alto, las alas ya te las has ganado en esta vida.